Nuestra profesora de lengua, Camila Aliberti, nos pidió que escribamos un ensayo en base de la siguiente frase: «Uno es dueño de sus silencios y esclavos de sus palabras.»
Una de las cosas más difíciles para entender en el día a día es cuando usar las palabras y cuando simplemente quedarnos en silencio. Pero ¿Acaso estamos en control de lo que sale de nuestra boca?
El gran poder y peso que tienen las palabras es incuestionable. No es solamente lo que decimos sino también como lo expresamos. Por lo tanto, si se utiliza en forma errónea puede marcarnos para el resto de la vida. Es un acto tan común, que uno no se da cuenta como las palabras pueden afectar.
Cuando dice «uno es dueño de sus silencios», se quiere enfatizar que los pensamientos son lo único que tenemos para si. Nadie puede abordarlos, es un bien personal, es de lo único que podemos realmente ser dueños. En cambio, al decir que somos «presos de nuestras palabras», quiere representar como todo lo que decimos repercute en nosotros y en lo demás. Una vez que se dice algo, las palabras ya no se pueden recuperar.
Existe un dicho muy conocido y usado que se puede aplicar y comparar al que se analiza: «hay que elegir sabiamente que batalla pelear». A veces no vale la pena gastar nuestro tiempo y energía en discusiones insignificantes e irrelevantes. Al mismo tiempo, al no expresar nuestros pensamientos podemos arrepentirnos y eso resultar muy significativo en nuestro futuro. Lo que no se dice en el momento, es muy difícil que se diga después ya que al pasar el tiempo también pasan las posibilidades (oportunidades).
Un claro ejemplo en como Martin Luther King, a través de la oración pudo cambiar la calidad de vida de millones de personas de color, sus palabras hicieron historia, aunque para muchos «fue preso de sus palabras» porque le costo la vida. Sus palabras fueron la voz de millones que tenían miedo de decirlas. El hizo un cambio porque logro afectar a los otros en una manera positiva y eficiente, lucho por lo que creía.
Por el otro lado, nosotros solo estamos en control de lo que decimos y lo que no decimos. No podemos saber cómo nuestras palabras pueden ser percibidas o interpretadas. Esto es porque siempre hay dos o más personas en una conversación y tenemos como máximo el 50% del control. Por lo tanto, se puede afirmar que lo que nos esclaviza no son las palabras en si mismas sino el impacto que generan en las personas a quienes le hablamos. Tampoco somos completamente dueños de nuestros silencios ya que muchas veces la razón de que decidimos no hablar es porque tenemos miedo de lo que van a pensar los demás.
Algo interesante que indica esta frase es el sentido de la oportunidad y como uno al hablar se expone a la sociedad. El que lo dijo decidió colocar una palabra negativa como «esclavitud» para simbolizar la relación entre los humanos y las palabras. Al expresarnos, de alguna manera, somos vulnerables y perdemos poder, pero al mismo tiempo puede dar fruto a algo mejor. Puede ser positivo.
En conclusión, las palabras tienen un gran efecto en las personas. En mi opinion, es nuestro deber utilizarlas sabiamente y tener el máximo control posible de lo que sale de nuestra boca, sin dejar de defender lo que creemos y ser apasionados en la defensa de nuestros argumentos.